Escribiendo los alumnos agudizan también su percepción para el entorno,

su mirada para los detalles o para lo oculto,

se ponen en el lugar de otras personas y situaciones,

desenvuelven su capacidad imaginaria adquieren

una mayor sensibilidad para el idioma con humor, juego y alegría.

Isabella Leibrandt

 

 

En teatro, apropiarse del texto significa darle vida a las palabras, hacerlas piel y emoción.  En lenguaje no es muy diferente, no es más que descubrir el fascinante mundo que se extiende más allá de las palabras habladas.  Muchos ya tienen esta condición casi innata, lo importante es qué hacemos para desarrollarla o si estamos dejando que se pierda.  Piensa en tus alumnos como potenciales escritores, no importa si lo serán o no, lo que va a trascender es cómo los involucres y los relaciones con la escritura;  para ello tú como docente debes también apropiarte de los textos.  Toma en cuenta lo siguiente para que puedas trabajarlo con tus estudiantes:

 

Importancia de la adecuada expresión verbal escrita.

Al hablar, nuestra expresión corporal puede ayudar a transmitir acertadamente nuestro mensaje, además, la entonación y las pausas en el habla también configuran lo que se desea transmitir.  Quien lee debe imaginar estos elementos en un texto escrito.  Debemos recrear estas imágenes, sonidos y silencios en la imaginación del lector.

 

Palabras, ideas y párrafos.

Cuidado con las palabras que se usan, todo depende del contexto que nos rodea. A su vez las ideas son vehículos para aclarar o por el contrario, confundir; por tanto ¿qué deseamos? Explicar, contrastar, demostrar… He ahí el dilema: saber qué se desea transmitir.

 

Háblame un poco y te diré cómo escribes.

Escribimos tal como hablamos y viceversa, lo que pocos han descubierto es que pueden escribir y hablar tal como lo tienen pensado si saben darle un orden a sus ideas.  Allí está el detalle.

 

La sensación de escribir.

Escribir es un arte y todo artista debe usar sus emociones y sensaciones para que su obra envuelva al público.  Nuestra razón está inevitablemente asociada a lo que sentimos o percibimos, esa es nuestra realidad y nos valemos de ella.

 

Pasos para escribir: no existen.

Quien desee ser un buen escritor, poeta, guionista… debe saber que el primer paso para escribir es seguir el paso que más le favorezca.  Hay quienes a través de un final desarrollan una historia, otros dialogan situaciones y recrean con ellas una fascinante novela, muchos plantean escenarios en los que van apareciendo personajes que cobran vida… No importa por dónde se comience, lo importante es terminarlo.

 

Las historias: una historia sin fin.

Todo está escrito.  Ninguna historia será 100% original, ese mérito se lo llevaron los griegos, los romanos y demás civilizaciones antiguas que idearon las primeras historias que alguna vez se contaron.  Dice Margareth Meek que “mucho antes de que La Cenicienta se convirtiera en la historia que todos conocemos, pasó por muchas versiones diferentes en forma de leyendas folclóricas en todo el mundo”.  Por eso no hay porqué desanimarse, la clave no está en ser original en la temática sino en saberla contar

 

La valía de un personaje.

A veces el argumento pasa desapercibido cuando un personaje se roba el show en la historia.  Hay libros, películas, cuentos… que se recuerdan solo por el personaje que les dio vida.   Los personajes son la voz de quien escribe, si ellos no están claros, el escritor tampoco lo está.

 

Estructura de la historia.

Recuerdo un momento en el que le pregunté a mi sobrina de 4 años qué le había parecido una película que recién había visto en el cine.  Luego de hacer un gesto de indiferencia me respondió: “Aburrida”. Seguidamente le pregunto por qué le pareció aburrida, y sin titubear me dijo: “tía, es que no pasa nada, lo único que pasa es que la niña se va a buscar a su mamá y listo, es todo, no hay un malo-malo, no pasa nada”. El conflicto es lo que mueve a una historia.  Sin conflicto no hay nada, y como diría la profesora y guionista Rosa Clemente, “la felicidad no da capítulos”. Cuando se desea escribir una buena historia, hay que recurrir a eso que  Aristóteles dijo una vez y que ahora puede parecer extremadamente lógico: inicio, desarrollo y desenlace.  Ahora bien, si se quiere ir más allá es cuestión de ampliar las posibilidades.

  • Acto primero: contexto de la historia y el primer paso a la aventura.
  • Acto segundo: altibajos, obstáculos y rendición de personajes.
  • Acto tercero: la emoción del desenlace y un final a gusto de quien escriba: triste, feliz o abierto a la interpretación del público.

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