Si educamos es porque creemos que hay conocimientos,

valores y, en suma, unas competencias más deseables que otras,

y por tanto queremos que nuestro alumnado

sea más competente y más capaz, un peaje probablemente necesario

para conseguir que sean también más felices.

Carles Monereo

 

Lo primero que debemos recordar en este punto es que nuestro sistema educativo está basado en competencias y no en contenidos programáticos.  Pareciera que en el devenir de la labor docente esto se olvidara un poco y nos concentráramos más en dictar clases, dar contenidos, pasar páginas y hacer “check” en todo lo que hemos cubierto en el período, dejando de lado que lo que menos queremos es crear discos duros, sino estudiantes verdaderamente competentes en el área.

 

Como docentes estamos en la capacidad de definir lo que es importante –o más importante– entre los contenidos sugeridos para el grado.  Somos nosotros quienes con nuestra autonomía y criterio profesional podemos decidir si nos extendemos o no en un contenido, aun cuando esto signifique restarle tiempo a otros.  En los primeros grados de primaria, especialmente, esta premisa es fundamental pues nuestros alumnos, cuando terminen su Primera Etapa, deben tener competencias en lectura y escritura básicamente; y cuando terminen su educación Primaria, convendría haber afianzado estas competencias y adicionalmente haber logrado otras.

 

Al principio, por experiencia vivida, habrá una enorme lista de padres preocupados solicitando una reunión por todos los canales regulares posibles –y otros no tan regulares– aduciendo que no se han dictado todos los temas que refleja el libro de texto, pero al trascurrir los meses y a la larga los años, la enorme lista de padres ya no será por preocupación sino satisfechos por el trabajo realizado.  Sin duda los resultados se perciben, no instantáneamente porque no hablamos de café, pero sí paulatinamente cuando las competencias empiezan a fortalecerse.  Si la Primera Etapa hace su trabajo, de cuarto grado en adelante podemos dedicarnos a formar literatos si queremos, pero si no es así, es preciso cavar hasta la raíz del problema y de allí ir subiendo.

 

Lo primero que debemos hacer es priorizar las competencias que queremos desarrollar en nuestros alumnos, luego definir nuestras estrategias y actividades para que nuestros estudiantes las alcancen y finalmente tener un buen mecanismo de evaluación que nos permita reconocer si es hora de avanzar hacia el logro de otra competencia o si debemos tomarnos más tiempo, replantear la estrategia e insistir en consolidarla.

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