La evaluación posee un carácter instrumental,

no tiene razón de ser si no es para contribuir

a la mejora de lo evaluado.

Sergio Tobón

 

 

Muchas veces en la evaluación damos peso a las cosas, cuando en realidad deberíamos darle valor.  En cuanto a esto, como docentes vivimos en medio de la responsabilidad de asumir tanto lo bueno como lo negativo del proceso de aprendizaje.  A veces se mide con una extraña vara, alegando que un docente al que pocos alumnos le aprueban, es brillante por su nivel de exigencia.  No me sorprende tanto que algunos lo piensen, me sorprende más saber que muchos docentes se sienten orgullosos de esto y se vanaglorian ante otros.  No comparto en lo absoluto este tipo de cosas pues no he escuchado a ningún médico regodearse por el número de pacientes que no han sobrevivido en sus manos.

 

Cuando evaluamos responsablemente, empleando diversos instrumentos, técnicas y bajo las distintas formas de evaluación, el resultado que encontramos no solo responde al alumno, también habla de lo efectivo que fui como docente al emplear mis estrategias.  Cuando evalúes, toma en cuenta lo siguiente:

 

  • Es menester que tengas un mecanismo de evaluación que sea integral y represente un método de trabajo. Emplea el que tu colegio te indique, siempre que realices actividades determinantes para comprobar el alcance de competencias, de esta manera evitas evaluaciones carentes de fundamentos y basadas en contenidos más que en competencias.

 

  • Registra detalladamente las evaluaciones de tus estudiantes, no dejes pasar nada, solo así podrás realizar un informe claro sobre las competencias logradas y aquellas donde hace falta refuerzo. En medio de tus registros, recuerda que evaluamos procesos.  No te quedes con la primera evaluación, revisa atentamente la evolución de cada alumno.

 

  • No todos los estudiantes son iguales, ni los días tampoco, por eso es necesario el feedback con nuestros alumnos. Muchas veces no nos preguntamos qué sucedió con aquel estudiante que no tuvo un buen desempeño.  Recuerdo con cariño a mi profesora Yolanda López de Muñiz quien me dio Estadística en la universidad, porque fue mi principal modelaje para esto.  Una vez –en realidad más de una vez– nos llamó en privado a quienes habíamos tenido un desempeño bajo en las evaluaciones, para ver qué nos había sucedido durante la ejecución. De esas sesiones podía obtener respuestas como: “tenía una jaqueca terrible”, “dejé a mi hijo con mucha fiebre y debía salir lo más rápido que pudiera”, “me atacaron los nervios”… y muchas respuestas más que podían ser o no honestas, pero lo importante estaba en el interés que tenía nuestra profesora en conocer las razones de ese resultado.  Luego de esta breve charla iba ejercicio por ejercicio preguntando el porqué de ese procedimiento.  Allí cada quien debía explicar cómo razonó para llegar a eso y así ella veía quiénes tenían verdaderamente el conocimiento y habían fallado por una razón externa o por una falla de cálculo, y quiénes sencillamente no dominaban el tema.  Entre tantos docentes que tuvimos en la carrera, ella fue quien más me enseñó de pedagogía.

 

  • Procura emplear un lenguaje poderizado al momento de corregir las actividades de tus alumnos. Evita el uso del “pero” en las correcciones, por ejemplo: “buen trabajo, pero trata de no cometer errores ortográficos”.  Puedes decir: “Buen trabajo. En una próxima ocasión seguro mejorará la ortografía”.  Parece un detalle sin importancia “pero” no lo es.  Esto lo entendió mejor la maestra que encontró una nota sobre su escritorio y que decía: “eres una buena maestra pero me gusta más la de 2do”.  Después de una frase que puede ser hermosa, el pero ya nos condiciona a un mensaje negativo.

 

  • Cuando evalúes escrituras espontáneas, recuerda que estas deben ser revisadas mas no corregidas. Trata de hacer un feedback directo con tus alumnos sobre lo que deben mejorar. Te sugiero que las escrituras espontáneas las realices en un cuaderno aparte del que usan para las clases regulares y, más que un instrumento de trabajo, sea considerado una vía de escape para escribir lo que deseen.  En una oportunidad un alumno de 6to grado se cruzó de brazos, casi a punto de iniciar huelga porque les pedí trabajar en el cuaderno de redacción. Al ver su reacción me acerqué y le pregunté qué sucedía, a lo que me respondió: “no quiero hacer ninguna redacción, son totalmente inútiles”. Me jugué una carta peligrosa y le respondí que me parecía fascinante su manera de pensar, todo esto acompañado de un lenguaje corporal que imitaba el suyo y, por supuesto, mejor mi sonrisa.  Esto lo desconcertó, cambió su postura y continué: “por fa, escribe todo lo que piensas sobre las redacciones y lo mucho que te desagradan, me encantará leer eso”.  Este joven, al que todos le decíamos Pimpo, terminó escribiendo uno de los mejores textos de la clase.  En la siguiente lo felicité, primero de forma individual y luego frente al grupo.  De ahí en adelante, no volvió a quejarse de las redacciones.

 

  • En cuanto a la corrección ortográfica, toma en cuenta que la inversión u omisión de letras no es un error de ortografía, por tanto el niño o la niña no debería ser penalizado por ello sino guiado. Las faltas en las normas de ortografía son evolutivas. Si eres maestra de la Primera Etapa, es normal que se comentan errores ortográficos por eso tus esfuerzos deben estar orientados a la formación más que a la corrección.  Si eres docente de Segunda Etapa el trabajo debe estar enfocado al refuerzo positivo.  Por ejemplo, invítalos a recordar cómo han visto la palabra escrita, hazlas visibles en el aula para que sean un recordatorio, empléalas con más frecuencia en tus actividades, realiza deletreos… La ortografía es un proceso, no te afanes por obtener resultados inmediatos.

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