La primera vez que supe de Aquiles Nazoa, tendría quizá 5 años. Mis padres me llevaron al estudio de nuestro apartamento y me pusieron un LP de cuentos para que los escuchara. De todos los cuentos uno me llamó mucho la atención: La historia de un caballo que era bien bonito. Lo recordaría siempre porque en medio de la historia decía: <<¿No ve que como consecuencia de aquella alimentación lo que el caballo echaba por el culito eran rosas? Así, cuando las damas querían adornar su casa o poner un matrimonio, no tenían más que salir al medio de la calle y recoger algunas de las magníficas rosas con que el caballo le devolvía sus jardines al pueblo.>> Me parecía tan gracioso imaginar al caballo adornando los jardines con su hermosa caca. Además, la palabra «culito» era para mí una grosería tremenda, ¿cómo era posible que mis padres lo permitieran?
La imagen está en muchas web, por lo que no sé quién es el autor de ella.
Lo cierto es que me enamoré de Aquiles Nazoa y todos sus escritos, para mí fue, es y siempre será uno de los escritores más destacados de la literatura contemporánea de venezolana. En una oportunidad, en el colegio donde trabajo, me preguntaron si conocía alguna obra de teatro sencilla y divertida que pudiéramos representar para los papás en formato de teatro de calle,
y en menos de un segundo dije: <<La Cenicienta al alcance de todos o Los martirios de Colón, cualquiera de ésas serían un éxito». Nos decantamos por la sencillez de La Cenicienta, pero aún así faltaban dos personajes más para que todos tuviéramos un rol definido en la presentación, así que tuve el atrevimiento de adaptar esa pieza maravillosa de Nazoa. La verdad, estuve meses sintiéndome culpable por tan insolente atrevimiento, sin embargo, los papás disfrutaron mucho, nosotras las maestras también y sólo agregué un par de cosas sin tocar el corazón de la obra.
Si quieres leer la adaptación, aquí la comparto contigo.